sábado, 25 de enero de 2014

La risa

Las experiencias que el público marplatense hace en torno al teatro independiente parecen estar prefiguradas por el mapa artístico más amplio que se configura en el verano. Es como si la geografía e incluso el rótulo que recibe la ciudad ("feliz") marcaran invariablemente el tipo de recepción que el público tiene que hacer del teatro que se aparta de la lógica berreta que gobierna las puestas en escena durante el verano.
El lunes pasado pude asistir a una función de teatro de una pequeña compañía que ponía en escena una obra de un joven autor. La obra no era en principio de tipo dramático, tampoco humorístico. Tenía como un tono sarcástico según sobre qué personaje se hiciera foco. Pero el punto aquí no es la obra en sí misma, sino la experiencia que el público hacía de la obra. Este aspecto me llamó la atención, pues lo he visto repetido en otras circunstancias artísticas y me parece que marca una característica del público de esta ciudad y de un público incluso más general.
Concretamente, lo que sucedía era lo siguiente. Como dije, la obra no era dramática, pero tampoco era de humor. Tenía algunos momentos graciosos, pero era una obra en general seria. Ahora bien, se notaban entre el público las ganas de reírse. Es decir, lo que percibí era que la gente había ido allí a reírse, sin importar lo que allí se representara. Lo que pasaba entonces es que el público se reía básicamente de cualquier cosa. Acontecimientos de la trama que claramente no eran graciosos eran igual leídos por el público como una oportunidad para risa. Es como si buscara una excusa para estallar en carcajadas con cualquier pequeño suceso que pasara en el escenario. Como si buscaran forzar los acontecimiento de la obra para transformarlos en cómicos y poder reírse con alguna justificación.
Esto me llevó a pensar en determinado momento en que ese público no podía concebir en ese contexto en otro tipo de producto teatral que no fuera humorístico. No se les había pasado por la cabeza la posibilidad siquiera de que pudiera tratarse de una obra seria que buscara causar en su público otra cosa que no fueran risas. En un momento, fue como si el público no pudiera siquiera tolerar que la obra fuera dramática o al menos seria.
Esto me condujo también a pensar que esta predisposición de cierto público a concebir las obras a priori como si fueran graciosas no podía explicarse sólo en el contexto de una temporada teatral de verano sino en el marco más amplio de la realidad argentina y qué tipo de avatares políticos, económicos y culturales conmueven a la clase media de nuestro país.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Las trampas del indie

Acabo de escuchar dos discos, un poco promocionados, de dos bandas argentinas. Siempre que realizo esto lo hago con cierta esperanza de que pueda establecer un tipo de relación que siempre tengo con la música que se hace en otras partes del planeta, principalmente en Europa y Norteamérica, aunque no de una manera exclusiva. Es decir, una conexión del orden de la fascinación, de absoluta admiración, como por ejemplo la que ahora me causa la música de Julia Holter o Laurel Halo, por poner dos nombres. Sin embargo, cuando escuché el último disco de Carmen Sandiego y el último de Bestia Bebé me dio un poco de bronca. Como ya me había pasado el año pasado con el disco de Diosque, con el que tienen muchas cosas en común, uno no puede evitar la sensación de que viene escuchando el mismo disco más o menos desde hace unos veinte años. Esto me pareció inmediatamente sintomático de cierta música, pretendidamente indie, que se hace en Argentina.
Cuando se escucha música catalogada con esta etiqueta, que debe asumirse está bastardeada y vaciada de sentido, se expone uno a los mismos clichés desde fines de los años ochentas. Todos clichés asociados con la adolescencia, por más que los tipos que hagan esta música ronden los 30 años. Así, uno tiene que escuchar las mismas voces añiñadas, los mismo tópicos tontos del desamor, la ingesta de helados en los parque y paseos boludos en bicicletas. Todo, por supuesto, acompañado por guitarras medio punkis escuchadas hasta el hartazgo y que no hacen sino repetir (mal) cosas que ya hicieron hace 30 años o más glorias del rock yanqui como de The Minutemen, Replacements o Dinosaur Jr.
La música indie argentina parece estar atrapada en estos clichés, de los que no puede salir sin convertirse en una pedorrada mainstream como la que divulga la Rolling Stone. Es raro encontrar en la música under argentina una banda que se maneje por igual entre estas dos amenazas del mercado: la muerte de lo mainstream y los clichés embasados del indie.